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Mascotas Para Casa

Gatos

Los gatos son en la actualidad tan apreciados como animales de compañía como los perros, aunque a lo largo de la historia han sufrido diversos avatares que llegaron a hacer peligrar su existencia (caza de brujas); sin embargo, y gracias a sus continuos servicios a la colectividad (persecución de roedores, reptiles, etc.), podemos disfrutar de su presencia en nuestros hogares.

Lo primero que podemos comentar de estos felinos es que su evolución anatómica ha sido casi nula, detalle que se puede observar al fijarnos en su dentadura (prácticamente igual al resto de los félidos) y en su estructura anatómica en general. Por otro lado, las distintas razas de gatos domésticos difieren bastante poco unas de otras en cuanto a sus proporciones; la variedad de tamaños es mínima entre los gatos. Las razas felinas se caracterizan por un «tipo», por un conjunto de características que conciernen principalmente a la forma del cráneo: longitud y ángulo de la nariz, redondez de las mejillas, forma de la barbilla, corte y forma de las orejas, color y forma de los ojos, etc. Todas esas variantes son muy discretas en todos los gatos. El cuerpo del gato está totalmente recubierto de pelo, excepto en el hocico, el belfo, las almohadillas de las patas, el contorno del ano y del orificio genital, y una parte más o menos importante del interior de los pabellones auditivos. Los pelos se agrupan sobre la piel del animal en pequeños mechones. Cada una de esas unidades se compone en general de tres tipos de pelo: un pelo de guarda primario, otro de guarda secundario y un pelo de borra o de lana. En cada mechón no suele haber más de un pelo de guarda, más largo y duro que sus vecinos. Más numerosos son en el mechón los pelos de guarda secundarios, ligeramente más gruesos en la punta. Los pelos de lana son finos y cortos, y su número es aproximadamente el doble que el de los pelos de guarda primarios. Los pigmentos responsables del color de la capa residen en el pelo, y éste viene determinado por caracteres genéticos.

El rasgo anatómico que presenta mayor disparidad entre las razas felinas es el cráneo, sobre todo su estructura ósea; también hay diferencias en otros aspectos, como la forma de las orejas o del hocico. Generalmente, basta la forma de la cabeza para determinar la raza de un gato. El gato persa la tiene perfectamente esférica, con una redondez subrayada por los anchos pómulos, la nariz corta y la amplia barbilla. Los de raza europea, cartujos, burmeses y los gatos de la isla de Man tienen asimismo una cabeza fuerte, aunque menos redonda que la de los persas, y presentan una nariz más larga. Las demás razas tienen el cráneo más estrecho, sobre todo hacia la barbilla; la nariz, más alargada, acentúa la sensación de finura. Los siameses y los orientales son los que tienen la cabeza más estilizada, principalmente en la barbilla, que es relativamente puntiaguda.

La dentición definitiva del gato consta de dieciséis dientes en la mandíbula superior (seis incisivos, dos caninos, seis premolares y dos molares) y catorce en la inferior (sólo tiene cuatro premolares). Cuando el stop nasofrontal (el tránsito de la nariz a la región frontal) es muy acentuado se produce una deformación de la dentición, acompañada de cierto prognatismo (una de las dos mandíbulas es más saliente que la otra). Normalmente no suelen aparecer otras deformaciones en la estructura dentaria de los gatos.

La cola desempeña un papel nada desdeñable en la estabilidad del cuerpo de los felinos. Imaginemos por un momento la caída de un gato desde una cierta altura: el animal la dirige con el rabo, como si de un timón se tratase. Cuando el gato se desplaza por un terreno desigual, balancea su cola a izquierda y derecha para compensar las diferencias entre los puntos de apoyo de sus patas. También constituye la única diferencia apreciable entre algunas razas de gatos.

Respecto a sus órganos sensoriales, los más desarrollados son aquellos relacionados con la obtención de alimento, es decir, el oído y la vista. Las orejas relativamente grandes y erguidas del gato le permiten captar los murmullos más tenues, distinguirlos y localizarlos con precisión. Sus pabellones auditivos son móviles, lo que le permite orientarlos hacia la fuente del ruido. Su capacidad auditiva para las altas frecuencias es más elevada que la del hombre. Cuando, por ejemplo, oye los chillidos de una rata, es capaz de determinar con toda precisión dónde está y de calcular la distancia que lo separa de ella. El oído interno del gato es un órgano estabilizador perfectamente desarrollado que le permite orientarse con certeza incluso después de dar varias vueltas rápidas.

Los ojos, situados a ambos lados del cráneo, le dan, como también ocurre con el hombre, una visión estereoscópica; son menos móviles que los ojos humanos, pero el gato suple esa insuficiencia con un cuello más flexible. La estructura interna del ojo es la misma que la de la mayoría de los vertebrados. Los gatos son capaces de distinguir ciertos colores, como el rojo, el verde o el azul; en cambio, parece que no perciben netamente los objetos próximos pero inmóviles, seguramente a causa de la pronunciada curvatura de la córnea. No se descarta, en cualquier caso, la posibilidad de que vean esos objetos sin prestarles atención. La pupila del ojo felino es muy sensible a la luz. Está dotada de dos músculos, uno dilatador y otro contractor, que regulan su grado de abertura y, por consiguiente, la cantidad de luz que penetra en el interior del ojo. Ante una luz fuerte, la pupila se contrae hasta formar una estrecha hendidura. En la oscuridad, por el contrario, se dilata, formando un círculo que puede llegar hasta los doce milímetros de diámetro. En consecuencia, los gatos ven mejor en la penumbra que los demás mamíferos, como es de todos conocido, pero la creencia de que ven en la oscuridad absoluta es falsa. En la comisura interna del ojo se aprecia un tercer párpado, llamado membrana nictitante. Se trata de un fino repliegue de piel que sirve para humedecer la superficie del ojo y limpiarla de cuerpos extraños. Gracias a ella, el gato tiene menos necesidad de parpadear que el hombre u otros animales. El color de los ojos se fija a partir del tercer mes de vida, ya que anteriormente los cristales causantes del color no se han fijado en la córnea.

El gato se cuenta entre los mamíferos dotados de excelente olfato; sin embargo, el sentido del gusto no está muy desarrollado, sobre todo en su capacidad de distinguir entre diversas sustancias.

Los órganos táctiles esenciales del gato son las vibrisas, esos pelos enormemente sensibles que forman sus bigotes, cuya raíz se hunde profundamente junto a ciertas terminaciones nerviosas. Las vibrisas nacen alrededor del hocico, en las mejillas, la barbilla y encima de los ojos. Sus movimientos le dan un suplemento de seguridad y de estabilidad, mejorando su orientación espacial y proporcionándole información sobre su entorno. Son igualmente los bigotes los que le permiten cazar de noche. Las vibrisas se caracterizan porque crecen continuamente a medida que se gasta su extremo; tampoco se caen en el momento de la muda. La punta desnuda de la nariz y las almohadillas de las patas tienen asimismo una función táctil: cuando el gato se encuentra ante un objeto nuevo, se acerca prudentemente y lo examina con cuidado; luego, lo explora con la pata y finalmente lo husmea.

El gato es capaz de reaccionar a otros factores externos. Se sabe, por ejemplo, que puede orientarse en un medio desconocido según el magnetismo terrestre y la posición del Sol. No se sabe bien cómo determina esos factores y qué órganos le permiten ser sensible a ellos. Tampoco se sabe cómo puede presentir la proximidad de un temblor de tierra o de una variación en la presión atmosférica.

REPRODUCCIÓN

Los gatos están sexualmente maduros antes de haber completado su desarrollo físico, a partir del quinto mes en algunas razas. El conjunto de los fenómenos que acompañan a la modificación periódica de las glándulas y de los órganos sexuales de la gata recibe el nombre de celo. Entre las gatas domésticas, tanto si son de raza como si no, el celo puede aparecer a lo largo de todo el año con intervalos más o menos irregulares, en función del estado físico del animal y de la estación, siendo particularmente cortos en primavera. El celo dura de cinco a ocho días y generalmente desaparece al cabo de veinticuatro horas en caso de fecundación. Los machos no tienen celo cíclico y pueden cubrir a las hembras en todo momento.

La gata maúlla con voz llena de deseo, se revuelca sobre el lomo y se frota contra los objetos que halla a su paso o contra las piernas de su amo. El macho está agitado y busca a toda costa escaparse de casa. En la gata no se produce ninguna efusión de sangre, ya que la ovulación no se produce hasta después del acoplamiento; si éste no tiene lugar, los óvulos permanecen en los ovarios y el organismo los reabsorbe poco a poco mientras prepara el nuevo celo.

El cortejo es distinto dependiendo de si la pareja se conoce ya o si se ve por primera vez. En el primer caso, el acoplamiento se produce con bastante rapidez. En el segundo caso, cuando la gata está ante un gato desconocido, interpreta toda una comedia durante la cual finge huir una y otra vez, asegurándose, eso sí, de que la sigue su pretendiente. Éste va pacientemente tras ella, indicándole con arrullos suaves acompañados por seductores movimientos que está dispuesto a rendirle sus servicios. Al cabo de cierto tiempo, la hembra da a entender con su actitud que está lista para conceder sus favores; dobla las patas, presenta los cuartos traseros y pega la cola al flanco. El macho la rodea entonces con sus patas delanteras, al tiempo que le muerde el pelo de la nuca. El acto propiamente dicho sólo dura algunos segundos; cuando acaba, el gato suelta a su pareja, que lanza un grito penetrante y se revuelca durante unos instantes sobre la espalda. Las hembras se recuperan en seguida y generalmente se ofrecen varias veces más al macho.

La gestación dura entre sesenta y uno y sesenta y nueve días. La gata no cambia sus hábitos hasta uno o dos días antes del alumbramiento. Entonces su temperatura desciende a 37,5 °C, a veces incluso más, y su actitud también cambia. Se muestra nerviosa, reclama continuas muestras de afecto y sigue a su amo a todos lados.

El parto va precedido por una creciente agitación. Comienza por la rotura de aguas y por la aparición de las contracciones. El primer gatito nace generalmente al cabo de una hora. El resto van llegando al mundo con un intervalo variable, que puede oscilar entre diez minutos y varias horas. El nacimiento propiamente dicho dura entre uno y dos minutos y los pequeños se presentan generalmente de cabeza. Tras la expulsión del gatito, la madre corta el cordón umbilical con los dientes y despoja al recién nacido de la membrana embrionaria. Después lo lame para secarlo y estimular la actividad pulmonar. Finalmente se come la placenta, además de por higiene porque contiene sustancias y hormonas que facilitan el nacimiento del resto de la camada. Conviene estar con la gata en un momento tan delicado por si necesitara ayuda, aunque hay gatas que esperan a estar solas para que no puedan ser molestadas.

Los gatitos nacen ciegos y tardan entre diez y quince días en abrir los ojos, aunque los ejemplares de algunas razas pueden abrirlos antes.

A menudo los criadores principiantes se preguntan cómo reconocer el sexo de los gatitos recién nacidos. Es más fácil de determinar uno o dos días después del nacimiento. En las hembras, el orificio sexual tiene forma de hendidura y se halla próximo al ano, y el conjunto, visto desde atrás, forma una suerte de signo de exclamación (¡). En los machos, tanto el orificio anal como el sexual es circular y se halla un poco más apartados entre sí, en forma de dos puntos (:); además, se adivinan entre ellos dos pequeños bultos formados por el escroto, todavía flojo, que recibirá pronto a los testículos (que aún no han descendido). Por tanto, hay que evitar determinar el sexo de los gatitos únicamente por la forma más ancha o más fina de la cabeza, pues este rasgo sólo es característico en los adultos.

ALIMENTACIÓN

El primer alimento de los gatitos recién nacidos es la leche materna. Apenas nacidos, se agarran a las mamas y succionan casi sin parar, interrumpiéndose para dormir. Suelen pesar al nacer entre ochenta y ciento veinte gramos, según las razas, y cada semana ganan el equivalente de su peso inicial. El paso de la alimentación materna a otra normal debe comenzar hacia la tercera semana, dependiendo de la salud de la madre, el número de cachorros, etcétera. Conviene aportar un suplemento alimenticio a partir de este momento aunque la madre tenga suficiente leche. Inicialmente bastará con leche entera en polvo, diluida hasta obtener una papilla clara, más bien líquida, que se endulzará con algo de miel o con un pellizco de glucosa. Es aconsejable utilizar una cucharilla para darles esta comida, pues los gatitos todavía no saben comer en un platillo. Unos días más tarde añadiremos un poco de carne, cruda o cocida, que picaremos, amasaremos en bolitas del tamaño de un guisante e introduciremos en la boca del animal. Pasados quince días podemos pasar a darles una alimentación más variada. Dos veces por semana añadiremos a la leche una yema de huevo, o bien les daremos un puré a base de carne de pollo o de pescado; también conviene ofrecerles queso blanco o trocitos de menudillo, sobre todo de hígado. La alimentación láctea debe continuar al menos durante cuatro meses; incluso más adelante, la leche sigue siendo el principal alimento que asegura a los jóvenes organismos un desarrollo armónico.

En los gatos adultos su alimentación será variada y tendremos que probar qué es lo que le gusta al nuestro, ya que lo que le apasiona a uno, otro lo detesta, sin saber por qué. Toda alimentación se compone de tres grupos de sustancias con distinto valor calórico: proteínas, grasas y azúcares. Las proteínas, de origen animal o vegetal, son la base de la alimentación del gato. Las proteínas animales se encuentran sobre todo en la carne, alimento principal del gato. El gato, como ya hemos dicho varias veces, debe tener una alimentación variada, pero siempre a base de carne, sea cruda o cocida. Otras fuentes interesantes de proteínas animales son los huevos, la leche y los productos lácteos. Las proteínas de origen vegetal (copos de avena) son importantes, pero el gato las digiere más difícilmente. Conviene añadirlas a las proteínas animales en poca cantidad, pues el gato sólo aprovecha una parte de su valor nutritivo.

El gato debe recibir regularmente pequeñas cantidades de grasas, cuyo aporte calórico es dos veces superior al que obtienen por medio de las proteínas y los azúcares, y que contienen un sinfín de vitaminas indispensables para su organismo. Los cuerpos grasos en forma líquida se añaden directamente a la comida.

Los azúcares son relativamente poco útiles, aunque consumidos en pequeñas cantidades no perjudican a su organismo, pero su exceso lleva aparejado el riesgo de obesidad.

Existen otro tipo de sustancias que son importantes en la alimentación: vitaminas, oligoelementos y sales minerales. Los alimentos donde se encuentran estas sustancias son el hígado, aceite de pescado, leche, levadura de cerveza y yema de huevo. Hay que ser prudente con la cantidad de vitaminas que le suministramos, ya que un exceso puede resultar perjudicial.

Hay ciertos alimentos que jamás debe tomar un gato. Entre ellos se encuentran el chocolate, dulces y bombones, el cacao, el alcohol, los productos de charcutería, los patés, la manteca de cerdo, el tocino, los encurtidos, los cacahuetes, la mermelada, las compotas, el café y las especias.

Los gatos necesitan recibir una cantidad suficiente de líquido, para lo cual deberán disponer en todo momento de agua fresca en un cuenco limpio que se dedicará exclusivamente a su uso.

Respecto a la frecuencia de las comidas, en primer lugar lo que nuestro gato va a agradecer es la regularidad. Hasta los cuatro meses, le daremos de comer cinco o seis veces al día, siempre a intervalos regulares y a horas fijas, respetando un descanso nocturno prolongado. Entre los cuatro y los seis meses, el propio gato reducirá el número de comidas a cuatro por día. Entre los seis y los doce meses pasaremos a tres comidas al día. Finalmente, un gato adulto (de un año) recibirá dos comidas al día. Para establecer la cantidad de comida, el mejor sistema es dividir el total calórico diario por la mitad y darle una parte por la mañana, hacia las ocho, y la otra a media tarde, que es cuando va a necesitar más aporte energético debido a su actividad.

Debemos ofrecerle su comida en un plato limpio y dejarla a su disposición unos diez minutos; el animal comerá lo que quiera. Cuando haya terminado, retiraremos las sobras y las conservaremos en la nevera para la comida siguiente; no hay que olvidar lavar bien el plato con agua caliente.

A las gatas gestantes y a los ejemplares de cierta edad se los alimenta de la misma forma, pero reciben más comida, repartida en varias tomas diarias. Durante la lactancia, la madre recibirá comida a voluntad; incluso le ofreceremos una segunda ración si vemos que se ha comido la primera muy deprisa. También es recomendable en estos casos repartir el alimento en varias comidas al día para no sobrecargar el aparato digestivo.

CUIDADOS BÁSICOS EN LOS GATOS

Los cuidados básicos se resumen en un peinado y un cepillado regulares. Al manto le conviene asimismo una exposición suficiente al aire y al sol. La limpieza del pelaje de los gatos de pelo largo y semilargo suele hacerse con ayuda de un champú seco en polvo que elimine la suciedad y la grasa. Después de espolvorear bien el manto del animal, eliminaremos cuidadosamente este polvo por medio de un cepillado. De esta manera, se airea el pelo y éste queda suave y fino. Los cuidados del gato de pelo corto son mucho más sencillos: basta con cepillar el manto de vez en cuando, principalmente en el momento de la muda, y frotar después con ayuda de un guante de cuero para darle brillo. La exposición a los rayos del sol contribuye a la buena salud del gato. En los animales jóvenes, el sol y la ventilación del manto favorecen la asimilación de la vitamina D.

El gato se lame ante todo para preservar y mantener la limpieza de su pelo, que no deja de renovarse, siendo en primavera y en otoño cuando la muda alcanza su momento culminante. La lengua rasposa del gato elimina los pelos muertos y el animal acaba por tragarlos. Estos pelos tragados se acumulan en el estómago, donde se aglutinan formando bolas que no pueden pasar al intestino. Por ello, el animal ha de echarlas de vez en cuando; no se trata de vómitos patológicos, sólo de un lavado mecánico del estómago. Por regla general no resulta necesario lavar al gato; sólo se debe hacer cuando esté muy sucio y el champú seco no sea suficiente. Hay que prestar atención a sus ojos y a sus orejas, limpiando éstas con un bastoncillo de algodón humedecido en aceite de parafina.

Imagen de un gato rascándose en un poste

El gato necesita mantener constantemente afiladas las uñas. Podemos instalarle en casa un poste a este efecto, uno de cuyos modelos más efectivos consiste en un trozo de madera blanda, u otro objeto suficientemente rugoso, fijado a un soporte.

El gato deberá disponer de un lugar agradable, en el que instalaremos su cesta. La mayoría de los gatos escogen ellos mismos su lugar de descanso. La cesta da seguridad al animal y le hace sentirse en casa. Deberá contar con una manta suave o un cojín y estar situada en un lugar tranquilo, preferiblemente en alto, cerca de una fuente de calor y resguardada de las corrientes de aire. La cesta del gato puede estar confeccionada en muy distintos materiales; lo ideal sigue siendo una de trenzado grueso, para permitir una correcta ventilación, y paredes ligeramente levantadas. Otro de los requerimientos de los gatos es su caja o bandeja para hacer sus necesidades. Aconsejamos las bandejas de plástico, fáciles de lavar con agua caliente y de desinfectar. Para cubrir la bandeja utilizaremos arena a base de arcilla, disponible en el mercado, que sirve para varios usos.

Las garras del gato crecen de forma ininterrumpida y el animal se ve obligado a gastarlas constantemente. Cuando vive al aire libre no hay ningún problema, las garras se desgastan por sí solas. En casa debemos poner a su disposición, en un lugar fijo, una tabla, un tronco o un trozo de alfombra para que pueda limárselas. A este efecto existen una serie de variados productos en las tiendas.

Uno de los cuidados más importantes es el cariño y el afecto que el dueño debe dispensar a su gato. Deberá mantener siempre una estrecha relación afectiva con él, dedicándole tiempo, acariciándolo, jugando con él, hablándole, etc. Un gato suele devolver cien veces más amor que el que se le brinda.

CONSEJOS PARA UNA CRÍA SANA

Es aconsejable y necesario revisar a nuestro gato regularmente para comprobar su estado sanitario y, ante cualquier síntoma, consultar con el veterinario. El examen se iniciará observando el aspecto general del pelaje: ¿está bonito y brillante o, por el contrario, presenta un aspecto triste y sin brillo? En las razas de pelo corto, un pelaje erizado es síntoma de algún problema de salud. A continuación nos detendremos en los ojos, otro indicador importante de la salud del animal. El ojo no debe estar apagado, turbio, excesivamente amarillento, ni presentar derrames. Más tarde, procederemos a verificar que el gato no tiene mal aliento y que la mucosa bucal no presenta una coloración amarillenta. Por último, examinaremos las orejas con el fin de descubrir cualquier signo de inflamación. Las orejas han de estar perfectamente limpias, sin exceso de cerumen, posible síntoma de la presencia de ácaros. Pasaremos después a examinar las garras, comprobando que no están dañadas y que no se incrustan en la carne. El aspecto del ano es también muy significativo: un ano rojo e irritado puede indicar la presencia de parásitos internos. También comprobaremos el color y la concentración de la orina y de las heces. Mediremos además a intervalos regulares, en la medida de lo posible, la respiración, el pulso y la temperatura del animal en reposo; cualquier irregularidad en estos valores puede indicar trastornos de salud. Un gato sano respira aproximadamente treinta veces por minuto, tiene de cien a ciento cuarenta pulsaciones por minuto y su temperatura oscila entre 38,5 y 39 ºC. La mayor parte de las enfermedades se manifiestan ante todo por una modificación de la temperatura; cualquier descenso o elevación que sobrepase los límites habituales traduce la presencia de una infección. La temperatura del gato se toma introduciéndole un termómetro en el ano. Existen otros síntomas de enfermedad: el tomar un exceso de líquidos, los vómitos, la salivación excesiva, la falta de apetito, la hinchazón del vientre, la diarrea, el estreñimiento, la presencia de sangre en la orina, el mal aliento o el lagrimeo abundante, entre otros.

Por último, y si de verdad quiere a su gato, no debe dejarlo libre a su antojo, pues los coches son un peligro constante. Proporciónele un casa acogedora y todo lo necesario para que su vida sea larga y sana.

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